viernes, 4 de enero de 2013

Distancia.

La distancia. La distancia se reduce a miedo. Unas veces quema, otras enfría. Tiene sus pros, mientras casi siempre gana sus contras. Nunca se le saca ventaja a la distancia, siempre va por delante de ti, desafiándote. Echándote un pulso. No vale fallar. Si titubeas, pierdes. Si dudas, pierdes. Si planeas, pierdes. Te cambia, te condiciona, te ahoga, te supera, te pierde. Te gana. Empiezas a pensar demasiado las cosas, a darle más vueltas de las que deberías y llegas a la conclusión de que no. De que sí, estás bien. Pero esto tiene que acabar. Exige demasiado sarificio y cuando por fin, la distancia es cero, piensas en los problemas que tienes en la distancia, en tus preocupaciones y no te despreocupas que tu mayor preocupacion ahora mide cero, vale caro. Y de repente se han acabado esos días de distancia cero, pasan a 200km/h. Y dicen, "cojones, esto es muy duro. Mientras sea duro no pensais haceros los duros, perdereis. Punto. Hasta que llega tu punto de apoyo, la frase que necesitabas oír, sentir con fuerza de esa persona que más valoras, que más, que más te ayuda, que sabe hablarte. Joder una simple frase que dice la verdad, que te hace darte cuenta de que las cosas se viven, de que a esa persona, que es de las pocas que valen y te valen, coge y te dice lo que no sabias que querias escuchar: " ¿¿La distancia?? A la distancia me la como yo con patatas fritas".

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